Los centros educativos rurales tienen menos estudiantes y más espacio al compararlos con los centros educativos urbanos. Esto implica que tienen menos riesgo de contagio.

En el ámbito educativo, últimamente el debate ha girado en torno a las instituciones escolares alrededor del mundo debido a los impactos que ha ocasionado el covid-19. ¿Son un foco de contagio acelerado estos espacios? ¿Los niños y jóvenes son más vulnerables al contagio asistiendo a clases presenciales?¿Qué medidas son necesarias para retomar las clases con normalidad? ¿Cómo impacta la enseñanza y el aprendizaje a los estudiantes y profesores tomando clases virtuales? ¿Es tiempo de cambiar el modelo educativo?
Por un lado, a partir de las experiencias que logramos adquirir por las anteriores pandemias que han ocurrido a lo largo de la historia reciente, se planteó que cualquier lugar que fuera concurrido por un público aglomerado y numeroso podría ser un foco de infección acelerada. Esta proposición indicaba que tanto iglesias, hospitales, establecimientos públicos, centros escolares, recreativos, financieros o comerciales, entre otros, eran espacios que debían cerrarse y evitarse para reducir el impacto de la propagación del virus en su momento.
Aún así, se han planteado cuestionamientos que se abordan desde diversos estudios científicos en relación con el covi: ¿necesariamente el covid tiene una alta tasa de propagación en los centros educativos? ¿Es la escuela y, en específico, la escuela rural un espacio de contagio igual, más o menos acelerado que uno ubicado en la ciudad? ¿Se acrecienta la brecha de desigualdad educativa entre el área rural y urbana? Algunos estudios han dado una respuesta, siendo esta muy clara: ¡Los centros educativos deben abrise ya!
- Ver ¿Un gerente a la medida?
- Ver El Paujil, Caquetá y los problemas que tenemos que resolver en las regiones.
Una mirada de la ruralidad y la educación en nuestro país
Según el DANE (2018), el 95% del territorio colombiano tiene uso rural, y en este territorio, el 15,8% de los colombianos habita en la ruralidad dispersa y el 7,1% en centros poblados. La zona rural ha vivido históricamente en condiciones de desigualdad, sobretodo en el aspecto de la distribución de tierras y acceso a bienes básicos. Esto lastimosamente no ha dejado de aumentar a través del tiempo y, al parecer, en estos tiempos aún más.
De igual manera, el DANE (2018) indica que cerca del 16% de los residentes en la zona rural mayores de 15 años no sabe leer ni escribir. El estudio también sugiere que al grado once llegan en la zona rural el 50% de los matriculados en primer grado, un contraste marcado con la zona urbana donde el 82% de los matriculados en primer grado logran llegar al último grado de educación media. Por último, también se establece que el mayor promedio de años de educación es entre 8,5 y 10,5 años, por lo que se puede inferir que los habitantes de la zona rural no culminan la educación secundaria.
Ahora, según el DANE (2019), en temas como servicios y bienes básicos hay nueve departamentos que no tienen un adecuado porcentaje de cubrimiento en el servicio de acueducto: Amazonas, Vaupés, Guaviare, Guainía, Vichada, La Guajira, Chocó, Cauca y Putumayo. Además, en un reportaje realizado por El Espectador, en las zonas rurales solo el 37% de los centros educativos tiene agua potable, lo que también ocurre con servicios como la electricidad o la banda ancha.
Estos documentos dejan ver la vulnerabilidad que tienen tanto los centros educativos como los estudiantes en el sector rural. Por ello, hoy es importante insistir, no solo en un proceso de apertura gradual con las medidas de bioseguridad adecuadas, sino que esa apertura debe darse a la par con el mejoramiento de la calidad, el acceso y la infraestructura escolar rural. De nada sirven las medidas de cuidado e higiene frente al covid, si para lavarse las manos no hay agua o si para las clases en alternancia no hay los medios tecnológicos adecuados. Se debe actuar ahora mismo.
La escuela rural frente a la pandemia
Si bien la escuela rural ha sido un tema del que se ha empezado a hablar desde hace mucho tiempo en el ámbito político, económico, cultural, social y sobretodo educativo, el avance no ha sido el que se esperaba a pesar de las reformas, los programas y la asignación de presupuestos. Más bien, lo que se puede percibir es que las escuelas en el campo no cuentan con la suficiente atención tanto por parte tanto del gobierno como de los ciudadanos. Porque sí, también es responsabilidad nuestra lo que pasa en otras zonas del país.
Sin embargo, más allá del clásico debate sobre culpar al Estado de ‘abandono institucional’ o ‘vacío estatal’ o a los estudiantes y profesores por ‘deserción escolar’, encontramos que de la escuela rural se ha hablado muy poco durante la pandemia. La opinión pública, política y científica en su mayoría generalizó el proceso educativo frente a la crisis, es decir, lo que pensó que pasaba en la ciudad, también lo asumió que pasaba en el campo, pero no es así.
Primero, el campo también se diferencia de las ciudades debido a que los niños en las veredas no están los salones de clase, aunque todo el día estén interactuando entre sí, en las labores domésticas, en los escenarios deportivos y en los espacios recreativos. Además, en la mayoría de casos, la maestra vive en la vereda propiamente, pero no tiene permiso para dar clases. De hecho, la modalidad que se está usando es una guía de trabajo que tienen que realizar y entregar cada cierto tiempo. Por ello, la pandemia no ha generado un impacto que haya transformado la vida rural, es decir, las dinámicas sociales se mantienen a pesar de las cuarentenas o los toques de queda en centros urbanos.
Segundo, los centros educativos rurales tienen menos estudiantes y más espacio al compararlos con los centros educativos de zonas urbanas. Esto implica que tienen menos riesgo de contagio. En cantidad de estudiantes, un salón puede no superar los 10 estudiantes. Con lo que se puede distribuir mejor el espacio de estudiante a estudiante. Por ejemplo, en aulas de clase a las que asisten 10 estudiantes, puede existir una propuesta de alternancia en la que asisten cinco estudiantes en un horario y otros cinco estudiantes en otro.
En términos de espacio, las instituciones rurales —en su mayoría, ubicadas en el campo—, cuentan con zonas amplias y abiertas para sus estudiantes. Por esto, los estudiantes tienen una ventilación natural que es constante. En las franjas de tiempo recreativas o de entrada/salida a la institución, los estudiantes también tienen más espacio de distribución. Entonces, la aglomeración podría ser nula desde que se distribuya adecuadamente los tiempos y espacios diferenciados tanto para maestros como estudiantes.
En una entrevista hecha por el periódico ABC sobre las ventajas de la escuela rural frente a la pandemia, el entrevistado explica que “todos son como ‘grupos burbuja’ porque cada uno está en su aula y no tiene contacto con el resto ni en el patio, que al ser grande está dividido en grandes zonas”. El profesor añade que a los estudiantes les ofrecen consignas y sugerencias de que no deben compartir el material o, si no queda otro remedio, que hay que desinfectarlo después.
También agrega lo siguiente: “Otra de las ventajas es que ‘son los que están’, es decir, ellos son los únicos niños que viven en la villa y los mismos que comparten espacios en la escuela, y lo hacen también fuera de él”. Entonces, en las veredas, al tener menos habitantes, tienen un menor contacto entre ellos. Y por lo tanto hay menores riesgos, aunque siempre hay que cumplir los protocolos.
La zona rural tiene enormes ventajas frente a la pandemia: una gran cantidad de espacios abiertos, ventilación natural que es constante, poca aglomeración y una gran distancia que separa estas zonas de los centros poblados donde el contagio es más alto. Se podría sostener que los habitantes de las zonas rurales están más lejos de un alto peligro de contagio. Con una dotación adecuada para maestros y estudiantes, cumplimiento de los protocolos de bioseguridad y alternancia, el retorno a la escuela es posible en las zonas rurales.
Conclusiones
Para un retorno seguro, es fundamental que todos los centros educativos rurales tengan las herramientas necesarias para garantizar que se cumplan todos los protocolos de bioseguridad: espacio para el distanciamiento social, bienes y servicios básicos como el agua, la electricidad y una conexión a banda ancha. Sumado a esto, los insumos e implementos como las zonas de desinfección, los termómetros, el gel antibacterial, el tapabocas y el alcohol.
Claramente, la situación en las zonas rurales no es color de rosa. No se puede generalizar que todas las escuelas rurales estén en óptimas condiciones. De hecho, antes de la pandemia en muchos lugares del país ya existía una crisis educativa debido a la falta de recursos y material. Pero los estudiantes de más bajos recursos son los más afectados por la pandemia, porque no cuentan con suficientes herramientas tecnológicas para sus clases, y porque no cuentan con los recursos económicos para adquirir muchos de los elementos de bioseguridad.
Si no se hace frente a esta negación del derecho a la educación, si no se invierte en la educación rural para garantizar el cumplimiento de todos los protocolos de bioseguridad, probablemente se ahonde más en problemas como la desigualdad. Asimismo, habrá una pérdida en rendimiento y deserción escolar. Esto tomará muchos años en recuperarse, si se recupera. No cerremos los ojos ante esta generación de habitantes que vive en la zona rural, que ha sido tan afectada y olvidada en nuestro país.
Referencias
Jurado, C., & Tobasura, I. (2012). Dilema de la juventud en territorios rurales de Colombia: ¿campo o ciudad?. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, niñez y juventud, 10(1). Recuperado de: http://revistaumanizales.cinde.org.co/rlcsnj/index.php/Revista-Latinoamericana/article/view/581
DANE (2018). Censo Nacional de población y vivienda 2018. Gobierno Nacional de Colombia ‘Todos por un nuevo país’. Recuperado de: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/demografia-y-poblacion/censo-nacional-de-poblacion-y-vivenda-2018
DANE (2019). 3er Censo Nacional Agropecuario ‘Hay campo para todos’. Gobierno Nacional de Colombia ‘Todos por un nuevo país’. Recuperado de: https://www.dane.gov.co/files/images/foros/foro-de-entrega-de-resultados-y-cierre-3-censo-nacional-agropecuario/CNATomo2-Resultados.pdf
Daniel Escobar es licenciado en ciencias sociales. Actualmente, cursa el pregrado en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad La Gran Colombia. También es co-fundador del grupo de investigación y discusión Libertad y Ciudadanía. @LDanielEscobar