Ojalá algún día los niños de Punta Gallinas en La Guajira puedan estudiar métodos sobre cómo captar agua y producir alimentos en medio del desierto.

Preguntémonos: ¿qué pasaría si la educación fuese realmente libre en este país? Más simple: ¿qué pasaría si las instituciones educativas tuvieran la autonomía de enseñar y nosotros de aprender lo que quisiéramos? Esta pregunta me conduce directamente a analizar si la educación mejoraría si fuese libre. Ante este escenario, creo que se produciría la apertura del conocimiento. Dicha apertura se daría en el momento en que el Estado delegase una gran parte de las funciones no al Ministerio de Educación Nacional (MEN), sino a cada una de las instituciones educativas del país. Esto permitiría que los contenidos, competencias, habilidades, enseñanzas y aprendizajes se construyesen a partir de los elementos del contexto que son de gran relevancia para el proceso educativo.
De este modo, veríamos poco a poco que las instituciones educativas tendrían libertad de especializarse en un área específica del saber. Esto terminaría favoreciendo tanto a los docentes como a los estudiantes, ya que quienes poseen afinidad con un área del conocimiento específica, tendrían más tiempo de explotar y dedicarse a dicha área.
En términos educativos, el impacto iría de lo micro a lo macro. Primero, a nivel micro, desde los profesores aumentaría el interés por el aprendizaje de los estudiantes, la motivación por la enseñanza de temas específicos y la especialización de las instituciones educativas en diversos sectores del saber, y desde los estudiantes aumentaría el interés por conocimientos específicos. Segundo, a nivel macro, veríamos el aumento de la calidad educativa, puesto que los incentivos de enseñanza y aprendizaje aumentarán la adquisición de conocimiento por parte de los estudiantes. Asimismo, se encontrarán la oportunidad de construir proyectos acorde a los contextos y las necesidades tanto locales como globales.
Pero si se presentaran estos efectos ante la libertad educativa, ¿quién puede ser el culpable de impedirlo? A mi parecer, ¡la culpa es del Estado! ¿Por qué ocupamos el puesto 58 entre todos los países que presentan las pruebas Pisa? ¿Por qué somos el sexto país de la región latinoamericana en términos de calidad educativa? ¿Por qué nuestro sistema educativo es tan desigual a nivel nacional? Respondo acá que es un problema de la dirección que ejercen los entes del Estado que definen qué, cómo, cuándo, dónde y por qué debe impartirse la educación. Esta actitud de dirigir todo dentro del ámbito educativo, desde las políticas públicas del Ministerio de Educación Nacional (MEN) hasta el centro educativo más recóndito del país, es el problema. ¿Acaso sabe realmente el Estado qué es lo que se debe enseñar y aprender en cada zona del país?
Quisiera que usted como lector respondiera: ¿de qué le sirve a un niño de La Guajira aprenderse las 11 estrofas del himno nacional de la República de Colombia, si todos los días se levanta con hambre y sed? ¿De qué le sirve a un niño del Norte de Santander aprender sobre los movimientos literarios en América Latina, si todos los días se levanta con miedo de no pisar una mina antipersona camino a su escuela? Creo que, a través de los años, el modelo centralista del país se reprodujo hasta la última fibra de nuestras políticas y hoy por hoy la educación es víctima de esto. En un país con realidades tan distintas, no todos debemos aprender lo mismo.
Los currículos
Todos los contenidos, metodologías, planes de estudio, materiales y recursos que se presentan en las instituciones educativas están regidos bajo el currículo. Este es un elemento de vital importancia para garantizar la calidad educativa en cada país, ya que la formación y educación responden a las necesidades sociales, políticas, culturales y económicas de un territorio. Para el caso de nuestro país, el currículo contiene el proyecto educativo enmarcado en la legislación y es asignado por el MEN. Pero queda la pregunta: ¿qué es específicamente el currículo educativo?
Poggi (1998) explica que el currículo educativo “considera las circunstancias sociales e históricas que atraviesan la enseñanza institucionalizada, pues el currículum también aparece atravesado, determinado y contextualizado por la cultura institucional escolar propia de cada establecimiento” (p. 17). Por su parte, Sacristán (2007) ofrece una definición desde el ámbito pedagógico que sustenta que el currículo “es el contenido cultural que las instituciones educativas tratan de difundir en quienes las frecuentan, así como los efectos que dicho contenido provoque en sus receptores” (p. 11). Ambos autores coinciden en que toda escuela sin currículo es una propuesta vacía, irreal y descomprometida. El currículo es la expresión y concreción del plan cultural que la institución escolar hace realidad dentro de unas determinadas condiciones. Los autores también enfatizan en un contenido histórico, cultural y social.
Desafortunadamente, en nuestro país nos amañamos a la educación de siempre: una de historias pasadas, tradicionalista y conservativa. Si este concepto que se ofrece pudiera contrastarse con alguna institución educativa en Colombia, comparativamente podríamos hablar de cierta autonomía y libertad educativa, pero no se puede porque todas las instituciones educativas deben hacer lo mismo. Los contenidos de la enseñanza que alimentan los currículos son directrices del MEN, que reproducen un modelo de información del que todas las instituciones deben hacerse. Estos no son requisitos sino criterios y, debido a esto, se califican competencias y habilidades que el estudiante colombiano debe tener para cumplir con el modelo de aprendizaje que propone el Estado.
El contexto como alternativa
¿Cuál es la forma de comenzar a enfrentar el problema? Creo que a través de este texto he insistido que la autonomía y, por tanto, adaptarse al contexto puede ser una opción. De esta forma, se construiría un currículo educativo que tenga la capacidad de transformar las realidades de cada estudiante, cada docente y cada institución educativa.
Del contexto podemos buscar abordar los aprendizajes como aquellos procesos que esperamos adquiera el estudiante y su comunidad. Y hacerlo a través de las acciones pedagógicas propuestas del espacio educativo. Asimismo, que puedan comprobarse y medir qué tan oportuna puede ser la enseñanza si toma en cuenta los elementos del contexto.
Ibañez (2012) explica esto: “la contextualización del saber disciplinar se genera cuando se utilizan las estrategias de enseñanza [según las necesidades de los estudiantes y sus comunidades] para conectar los aprendizajes con las realidades del mundo que los rodea, entendiendo estos como parte de ellos y de la vida misma y la transformación que no es vertical sino horizontal de su conocimiento” (p. 4). Por esto, quizás la única forma de liberar el currículo no sea por medio del Estado, sino por medio de las instituciones educativas que reclamen su autonomía para construir currículos con base en el contexto donde se desenvuelven.
Conclusiones
El propósito de la liberación de la educación es que se le dé la autonomía a las instituciones educativas de construir los currículos según el contexto donde se desenvuelven. Esto permitiría que se desarrolle la idea de que el proceso de aprendibilidad de un estudiante es el único objetivo. Allí, los docentes le deben brindar las herramientas para repensar sus propios conceptos, con nuevos argumentos y explicaciones que encajen en su propio universo explicativo. El estudiante, entonces, puede construir su aprendizaje de acuerdo a lo que quiso escoger libremente estudiar,.
Esta es una invitación no solo a los profesores y pedagogos de nuestro país, sino a aquellas personas que conciben la libertad como un valor infranqueable. Debemos encontrar alternativas que busquen fomentar conocimientos acordes a los contextos. Así, aunque suene utópico, poco a poco se puede liberar la educación. Está en nuestras manos.
Ojalá algún día los niños de Punta Gallinas en La Guajira puedan estudiar métodos sobre cómo captar agua y producir alimentos en medio del desierto. Igualmente, ojalá algún día los niños del Catatumbo puedan estudiar sobre la construcción de paz, la sana convivencia y la aceptación del otro, en medio del conflicto armado colombiano. Ojalá algún día sea pronto.
Referencias
Ibañez, M. (2012) La liberación del currículo y la enseñabilidad de las Ciencias Naturales, fortalecida por el proceso de enseñanza situada. Universidad de Madrid, España. Recuperado de: https://es.calameo.com/read/005156791ba9baccf760f?fbclid=IwAR1sZpYBACCKjfcnhlsvG5hYVZ46SL4c1OsaiP1F9C_p6j7dxa3mjcC0GFA
Poggi, M. (1998). Apuntes y Aportes para la gestión curricular. Colección triángulos pedagógicos. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, Argentina.
Sacristán, J. G., & GÓMEZ, A. (2013). O que significa o currículum. Saberes e incertezas sobre o currículo. Porto Alegre: Penso, 16-35. Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-109X2010000100009
Velásquez Sarria, J. (2009). La transversalidad como posibilidad curricular desde la educación ambiental. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos (Colombia), 5 (2), 29-44. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/1341/134116861003.pdf
Daniel Escobar es licenciado en ciencias sociales. Actualmente, cursa el pregrado en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad La Gran Colombia. También es co-fundador del grupo de investigación y discusión Libertad y Ciudadanía. @LDanielEscobar