No es uno (el Estado) o el otro (el mercado), sino cómo se organizan ambos para responder a los retos que presenta el futuro. ¿No es este el valor que buscamos crear?

Los mitos sobre las empresas de tecnología y los emprendedores han opacado el rol que ha tenido el Estado en la innovación. La consecuencia de omitir a este agente y sus instituciones como creadores de valor, ha producido que la riqueza se distribuya de manera disfuncional. A partir de esto, el libro El valor de las cosas escrito por Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en UCL y ganadora del Premio Leontief en 2017, inicia preguntándose quiénes son los que crean valor.
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Qué crea valor
¿Acaso son los banqueros, quienes fueron salvados por los contribuyentes con subvenciones por 125.000 millones de dólares en 2008? ¿Son los gigantes de la industria farmacéutica, quienes imponen precios por encima de los «precios basados en el valor»[1]? ¿Son los emprendedores de Silicon Valley, quienes buscan menores impuestos para incentivar la innovación cuando ya disfrutan de 20 años de beneficios monopolistas por las patentes, quienes también omiten que muchos de los productos que crean se han hecho a partir de innovaciones financiadas por instituciones públicas (e. g., internet, la pantalla táctil o el algoritmo de Google)? Después de estas preguntas guiadas, la respuesta probablemente sea que no son los banqueros, los gigantes de la industria farmacéutica o los emprendedores de Silicon Valley los que crean de valor.
¿Entonces, qué crea valor? Haciendo un breve recuento histórico, podemos hablar de cuatro teorías del valor. La primera, la de los mercantilistas. En esta teoría se pensaba que la riqueza consistía en la acumulación de metales preciosos, por lo que se abogaba por políticas proteccionistas y que llevaran a tener una balanza comercial positiva. La segunda, la de los fisiócratas, quienes consideraban que la riqueza estaba en la tierra, puesto que la naturaleza era la única que producía un excedente por encima de los recursos usados. De esto llegamos a la principal distinción entre estas dos teorías: para los mercantilistas era el cambio el que creaba valor (se cambiaban bienes por metales preciosos), para los fisiócratas era la producción la que creaba valor (se cultivaba).
En tercer lugar, estaban los economistas clásicos, Smith, Ricardo y Marx, para los que la riqueza la generaba el trabajo. No obstante, no era el trabajo sobre la tierra como consideraban los fisiócratas, sino el trabajo sobre la manufactura, pues era en esta en la que se veía el aumento de la especialización y, por ende, de la productividad (ver el caso de la fábrica de alfileres, expuesto por Smith). A pesar de esta diferencia, los fisiócratas y los clásicos estaban de acuerdo en sus ataques al mercantilismo, puesto que, según ellos, era un sistema que contradecía las leyes naturales. En cuarto lugar, estaban los marginalistas. Walras, Jevons y Menger, fundadores del marginalismo, hicieron el paso de una teoría objetiva del valor a una teoría subjetiva del valor. En esta teoría era la utilidad marginal la que determinaba el valor. Marshall, primer neoclásico, formaliza estos planteamientos. Esta última teoría, sin embargo, significaba un retroceso dado que a toda actividad que tuviera un precio se le consideraba productiva. Al contrario, se consideraban improductivas todas las actividades a las que se les dieran transferencias. Las implicaciones de esto sería hacernos pensar que el Estado, que depende de las transferencias de los contribuyentes, es improductivo —aunque como veremos no lo es—.
El problema de no explicar de forma acertada quién crea valor es que esto afecta la medición del Producto Interno Bruto (PIB) y, por consiguiente, afecta cómo se dirige la economía. A pesar de que con el avance de las cuentas nacionales se intentaban introducir nuevas consideraciones como el bienestar por parte de Pigou, se excluía las funciones básicas del Estado: la defensa, la justicia, la provisión de bienes públicos, entre otros. Fue hasta Keynes que se incluye al Estado como un agente que puede aumentar el PIB. Este cambio hizo que se empezara a medir el aporte que hacía el Estado al valor creado por algunas economías. Sobre esto, encontramos que la contribución del Estado ha sido de alrededor del 15% del PIB en EEUU para el periodo de la posguerra. Y al analizar el gasto del Estado de Suecia, Alemania e Inglaterra, entre el 3 y el 4% del PIB podría ser reclasificado como un bien intermedio de las empresas para 1982. Esto mostraría que, lejos de lo que hemos considerado los economistas, el Estado sí crea valor. Aunque se puedan presentar problemas de información, el sector público puede ayudar sin importar que tenga menos información que el sector privado.
Así, damos paso a otros autores como Polanyi que consideran que el Estado ha creado al mercado, no al revés. Estas conclusiones también pueden extraerse del trabajo de Ostrom, quien fue la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía en 2009. De igual forma, el Estado, manteniendo el funcionamiento del mercado, se ha encargado de rescatar al sistema en las crisis (e. g., en la crisis del 2008). También ha aumentado la producción a través del multiplicador, que, según estimaciones del FMI, es de 1,5. Sin embargo, este resultado puede diferir y para nuestro país es de 0,83[2]. Esto mostraría que algunos países tienen un sector público que funciona de mejor y peor manera. Debido a esto, la discusión debe transformarse y plantearse con base en qué se invierte —y no si se invierte—. El Estado debe mantener y aumentar las inversiones en educación, salud, infraestructura, investigación y Estado de derecho.
Qué me deja este libro
Después de leer este libro, en contraposición de lo que he pensado muchas veces como defensor de la libertad económica y también de la libertad individual, creo que deben rechazarse aquellas posiciones ambivalentes que nos hablan de Estado o mercado sin matices. Ambos coexisten y realizan actividades que se complementan y que, bien enfocadas (en las actividades ya mencionadas) y realizadas (respondiendo a una estructura de incentivos que reduzca los fallos de Estado), contribuyen a reducir la desigualdad y aumentar el bienestar de la sociedad. Por esto, no es uno o el otro, sino cómo se organizan ambos para responder a los retos que presenta el futuro. ¿No es este el valor que buscamos crear?
Notas
[1] El precio basado en el valor consiste en calcular el costo que causaría una enfermedad si no se tratara.
[2] El multiplicador consiste en que cada peso gastado por el Estado es multiplicado, debido a que el Estado compra unos bienes y servicios y las empresas y trabajadores a los que paga demandan otros bienes y servicios, que, al pagarse, hace que otras empresas y trabajadores demanden más bienes y servicios, aumentando la producción.
Estudiante de Economía @UNALOficial. Columnista @lasillavacia. @MartinSanchezD